respondiendo a una pregunta que me hacia un hermano en privado por correo, respondere con urgencia a su pregunta
(articulo tomado del libro "¿por que? y ¿por que? Autor: P. Luigi Butera Vullo, MSP)
Objeción:
En la primera carta a Timoteo 2,5 leemos que Cristo es el “único mediador entre Dios y los hombres”. ¿Por qué los católicos no aceptan este principio y buscan otros mediadores a los que llaman santos?
Respuesta:
Desde los tiempos apostólicos, la Iglesia Católica ha
enseñado que Cristo es el "único mediador entre Dios y los hombres".
Pero esto no significa que no haya dado un papel a los santos en la historia de
la salvación. En Mt 10, 7-8 y 28,19 se revela que el señor Jesús confirió
poderes ministeriales a sus apóstoles, a fin de que éstos colaboraran con él en
su misión salvadora.
Además, en apocalipsis 5,8, se nos presenta la función de
los santos como intercesores a nuestro favor:
"y en cuanto tomó el rollo,
los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos se pusieron de rodillas delante
del Cordero. Todos ellos tenían arpas y llevaban copas de oro llenas de
incienso, que son las oraciones del pueblo Santo".
Hay que tener presente, por lo tanto, que los santos no
ejercen una mediación distinta de la de Cristo, sino que están asociados a su
misma misión.
Como en una Secretaría de gobierno los subalternos del
titular no ejercen una actividad distinta y autónoma, sino que trabajan unidos
a él, así los santos ejercen una mediación dentro del papel que el mismo Cristo
les otorgó.
En los hechos de los apóstoles aparecen muchos casos en los
cuales Dios no actúa directamente, sino por medio de sus siervos, los santos.
Uno de ellos es el de Saulo de Tarso, quien recobró la vista por manos de
Ananías, y no directamente por Cristo, con quien se había encontrado en el
camino a Damasco (Hch 9, 1-19). Por otra parte, el mismo libro reporta que
muchos enfermos acudían los apóstoles para lograr la salud; no se dirigían
directamente Dios, y no obstante recibían las gracias deseadas:
"y sacaban a los
enfermos a las calles, poniéndolos en camas y camillas para que, al pasar
Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. También de los
pueblos vecinos a Jerusalén acudía mucha gente trayendo enfermos y personas
atormentadas por espíritus impuros; y todos eran sanados" (Hch 5, 15-16).
De todo esto se pueden sacar dos conclusiones. En primer lugar,
Dios no tiene celos de sus siervos los santos. Al contrario, por medio de ellos
recibe mayor gloria, porque resplandece su grandeza en la humildad de los que
lo aman. En segundo lugar, la Iglesia es una familia. Y así como pedimos a
nuestros amigos que recen por nosotros, con mayor razón le podemos pedir a
nuestros hermanos los santos, que gozan de la presencia de Dios.
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