Queridas familias: Me presento a la puerta de su casa para hablarles de
un acontecimiento que, como ya saben, tendrá lugar el próximo mes de
octubre en el Vaticano. Se trata de la Asamblea general extraordinaria
del Sínodo de los Obispos, convocada para tratar el tema “Los retos
pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. Pues la
Iglesia hoy está llamada a anunciar el Evangelio afrontando también las
nuevas emergencias pastorales relacionadas con la familia.
Este
señalado encuentro es importante para todo el Pueblo de Dios, Obispos,
sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de las Iglesias
particulares del mundo entero, que participan activamente en su
preparación con propuestas concretas y con la ayuda indispensable de la
oración. El apoyo de la oración es necesario e importante especialmente
de parte de ustedes, queridas familias. Esta Asamblea sinodal está
dedicada de modo especial a ustedes, a su vocación y misión en la
Iglesia y en la sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida
familiar, de la educación de los hijos, y a la tarea de las familias en
la misión de la Iglesia. Por tanto, les pido que invoquen con
insistencia al Espíritu Santo, para que ilumine a los Padres sinodales y
los guíe en su grave responsabilidad. Como saben, a esta Asamblea
sinodal extraordinaria seguirá un año después la Asamblea ordinaria, que
tratará el mismo tema de la familia. Y, en ese contexto, en septiembre
de 2015, tendrá lugar el Encuentro Mundial de las Familias en
Filadelfia. Así pues, oremos todos juntos para que, mediante estas
iniciativas, la Iglesia realice un auténtico camino de discernimiento y
adopte los medios pastorales adecuados para ayudar a las familias a
afrontar los retos actuales con la luz y la fuerza que vienen del
Evangelio.
Les escribo esta carta el día en que se celebra la fiesta
de la Presentación de Jesús en el templo. En el Evangelio de Lucas vemos
que la Virgen y San José, según la Ley de Moisés, llevaron al Niño al
templo para ofrecérselo al Señor, y dos ancianos, Simeón y Ana,
impulsados por el Espíritu Santo, fueron a su encuentro y reconocieron
en Jesús al Mesías (cf. Lc 2,22-38). Simeón lo tomó en brazos y dio
gracias a Dios porque finalmente había “visto” la salvación; Ana, a
pesar de su avanzada edad, cobró nuevas fuerzas y se puso a hablar a
todos del Niño. Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos
personas ancianas, reunidas por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que
generaciones diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente
inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda
tristeza. En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos
inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la
diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad
con los necesitados… Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y
el amor auténtico nos lo da Jesús: Él nos ofrece su Palabra, que
ilumina nuestro camino; nos da el Pan de vida, que nos sostiene en las
fatigas de cada día.
Queridas familias, su oración por el Sínodo de
los Obispos será un precioso tesoro que enriquecerá a la Iglesia. Se lo
agradezco, y les pido que recen también por mí, para que pueda servir al
Pueblo de Dios en la verdad y en la caridad. Que la protección de la
Bienaventurada Virgen María y de San José les acompañe siempre y les
ayude a caminar unidos en el amor y en el servicio mutuo. Invoco de
corazón sobre cada familia la bendición del Señor.
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